José Miguel Cobián | 14 marzo 2024
Tribuna
Libre.-
La economía es una ciencia social que trata de optimizar la asignación de
recursos para beneficio de la sociedad.
En la economía hay un dilema eterno que define claramente esa
problemática: Invertir los siempre
escasos recursos en actividades productivas o en actividades no
productivas. Por ejemplo, simplificando
al extremo, un estado debe decidir si los recursos de los contribuyentes se
utilizarán para hacer tanques, o para construir carreteras y canales de riego
que hagan más eficiente la producción y distribución de alimentos.
Si el estado decide fabricar tanques, escogió
un gasto, y por lo tanto, no habrá beneficios ni presentes ni futuros para la
población. Si por el contrario, decidió
construir carreteras y canales de riego, escogió una inversión, que traerá
beneficios cada año a la población de su país.
La lógica indica que los gobiernos deben de
invertir en lugar de gastar. Incluso en las leyes mexicanas está establecido
que, en cualquier aumento de la deuda pública, el dinero prestado debe de ir
hacia inversiones productivas y no a gasto.
La lógica es clara, el gasto aún el social, llega una vez. La inversión
tiene un efecto presente y futuro en la economía.
Cuando se planea realizar una inversión, debe
evaluarse el beneficio social presente y futuro de la misma. Por ejemplo, el
dinero que se utilice para construir una nueva ruta ferroviaria también puede
utilizarse para construir o remodelar hospitales. El dilema del gobierno siempre está en buscar
la optimización de los recursos.
En el ejemplo que puse, podemos ver que para
el tren maya se habrán invertido aproximadamente quinientos mil millones de
pesos. Con esa cantidad podrían haberse
construido clínicas de salud en todos los pueblos apartados del país, y además,
remodelar los hospitales más antiguos y construir nuevos hospitales donde los
actuales ya estuvieran saturados.
¿Qué criterio se usó para optar por construir
el tren maya, en lugar la inversión en salud?
A la vista de la ausencia de todo tipo de estudios previos, incluidos
los obligatorios de impacto ambiental, podemos concluir que el único criterio
fue la voluntad del presidente de la república.
Cada uno podrá considerar si valió la pena
construir esa línea de ferrocarril. Sobre todo considerando que todos los
análisis financieros demuestran que en 50 años no tendrá utilidades. Es decir, prácticamente fue un gasto y no una
inversión.
Habrá quién argumente que la inversión en
infraestructura de salud también es un gasto, sin considerar que las políticas
adecuadas de atención temprana y prevención de enfermedades generan enormes
ahorros en los presupuestos de salud de los países. Sobre todo, considerando el
envejecimiento de la población mexicana.
Si consideramos el impacto social, creo que
resulta clarísimo que los beneficios de una inversión en salud de esa magnitud,
genera beneficios sociales muy por encima de los que pudiera -hipotéticamente-
traer el tren maya. Más allá de la derrama económica generada por su
construcción.
Por poner otro ejemplo, a la fecha se han
devuelto 40 campos de los más de cien que subastó el gobierno de Peña Nieto, en
aguas someras y profundas del golfo de México.
Cuando se asignaron esos campos, México obtuvo beneficios económicos por
el pago de los mismos. Hoy sabemos que
PEMEX exploración y producción se ahorró miles de millones de dólares en
prospección en esos campos, ya que fueron empresas privadas las que invirtieron
para ver si había petróleo en esas zonas, y si era rentable sacarlo. PEMEX no invirtió ni un centavo y ya sabe que
allí no hay negocio petrolero.
Además de ello, los pocos particulares que ya
comenzaron a extraer petróleo, le generan un enorme beneficio a la nación, ya
que la participación de México en cada barril extraído es igual o superior al
70%. Es decir, que de cada cien barriles
que saquen los particulares, setenta son de México. Con la gran ventaja de que, si los extrajera
PEMEX, el beneficio para la nación sería inferior a ese 70% debido a las
ineficiencias propias de la petrolera mexicana.
Para explicar a detalle. Si PEMEX saca cien barriles, los costos
propios de la empresa, implican que la utilidad para México sería inferior a 50
barriles. Pero si los saca una empresa extranjera, en los campos del golfo, el
beneficio para México es superior a el precio equivalente de 70 barriles.
Por años, se le ha dicho a los mexicanos que
las empresas privadas que no extraen arriba de 250,000 barriles diarios, están
saqueando al país, cuando en realidad, quién saquea al país es Pemex, empresa a
la que se le han asignado recursos por más de un billón y medio de pesos en lo
que va del sexenio. Un millón y medio de
millones de pesos tirado a la basura, ya que la deuda a corto plazo sigue
siendo enorme y la calificación crediticia de PEMEX esta un punto por encima de
bonos basura.
Imagina que se hubiera podido hacer en el
país en educación, seguridad, salud, infraestructura de comunicaciones, etc.,
con ese millón y medio de millones de pesos. Pero lo tiramos en PEMEX. En lugar de tener una inversión de esa
magnitud tuvimos un gasto.
Lo demás, es pura ideología que no sirve para
nada ante los datos duros de la realidad cotidiana y de las necesidades de
millones de mexicanos en nivel de pobreza y pobreza extrema.
elbaldondecobian@gmail.com
@jmcmex
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