* La lista de Rocío Nahle * Los proscritos, futuras víctimas * Así comenzó Javier Duarte y terminó en una masacre * Veracruz se tiñó de sangre * A Nahle le gusta guardar silencio
Mussio Cárdenas Arellano / 08 junio 2024/ 08 junio 2024
Tribuna
Libre. –Tirana,
tiranuela, en Rocío Nahle comienza a asomar el Javier Duarte que lleva dentro,
la vena represora, la intolerancia hacia los que disienten, los que la exhiben,
los que no le dicen lo que quiere oír.
Uno de sus corifeos, identificado como el
célebre Chuletas, antes amanuense de los Yunes azules, suelta una lista de
periodistas incómodos como aquella que Javier Duarte, el ladrón gordobés, hizo
filtrar una vez que se dispuso a desgobernar y luego saquear a Veracruz.
A los proscritos del gobierno morenista que
está por venir, vía un correo electrónico masivo, les llaman por su nombre y
medio, les imputan el pecado de sostener una línea crítica a la zacatecana de
verdad por su atropellada y accidentada campaña electoral, les dicen que no
habrá convenios de publicidad, como si algunos de ellos se murieran por
difundir las sandeces cotidianas de Rocío Nahle a cambio de una paga.
La difamaron, dice el libelo. La insultaron y
la atacaron. Andan con la cola entre las patas, aducen. Y “desde aquí estaremos
muy al pendiente de que no se quieran colar al barco de la 4T y del Gobierno de
Rocío Nahle después de lo que hicieron”.
Lo dicho es para botarse de risa, pero la forma
es lo de menos. Lo relevante es la intención. Y lo que entraña. Y la
consecuencia de vida para los periodistas que, por supuesto, están en la mira.
Y el costo político para Rocío Nahle si algún genio, de Morena o no, del crimen
organizado o no, le hace el favor.
Plata o plomo, pues, como la mafia, como el
narco.
Aunque la plata es para los serviles y el plomo
sería para los críticos.
La sentencia va contra Notiver y su director
Alfonso Salces Fernández; los Gibb de La Opinión de Poza Rica; la Crónica de
Tierra Blanca, de los Haaz; Gráfico de Xalapa, de José Luis Poceros; Grupo FM
de Veracruz, propiedad de Félix Malpica Valverde; el portal Versiones, de José
Ortíz Medina; Al Calor Político, de Joaquín Rosas Garcés; Plumas Libres, de
Lilia Baizabal; Libertad Bajo Palabra, de Armando Ortíz; Veraz, de Claudia
Guerrero Martínez; AVC-Noticias, dirigido por José Antonio Villagrán; Entorno
Político, de Quirino Moreno; Gobernantes, de Carlos de Jesús Rodríguez; Urbis,
dirigido por Rodrigo Barranco Déctor; Faro Digital; XEU, de la familia Pazos;
Espejo del Poder, propiedad de Raymundo Jiménez.
La amenaza alcanza a los columnistas Ricardo
Chúa Agama, Oved Contreras, Andrés Timoteo, Andrés Salomón Pérez, Lulú
López, Ingrid Mora Forbasch, Luz María Rivera,
Gilberto Haaz Diez, Bernardo Gutiérrez Parra, Sergio González Levet, Aurelio
Contreras, Omar Zúñiga, Edgar Hernández, Manuel Rosete Chávez y Arturo Reyes
Isidoro.
La prensa crítica suele lidiar con estos
amagos. Se sacude los odios de los poderosos. Los torea. Los enfrenta o los
deja pasar. Pero Veracruz tiene un antecedente que detonó una escalada
criminal.
En 2010, a dos días de concluir el gobierno de
Fidel Herrera Beltrán, se filtró un libelo similar. Fue el mensaje para 10
periodistas. Algunos fueron embestidos, encarcelados, golpeados y una de ellas,
la siempre admirada Regina Martínez, asesinada.
En aquella lista figuraban Regina Martínez,
corresponsal de Proceso; Jorge Manrique, al que El Cisne Alberto Silva y Duarte
le armaron un cuatro para imputarle extorsión y en tiempo récord lo
sentenciaron; Claudia Guerrero, directora del portal Veraz, autora de la
columna Entre lo Utópico y lo Verdadero, sobre quien vaciaron toneladas de lodo
en bodrios periodísticos y escritos infamantes además de ataques a su casa y
negocios a manos de la pandilla de malvivientes que eran –y son– los 400
Pueblos, de César del Ángel, ya fallecido, y qué decir del talentoso Andrés
Timoteo, autor de Texto Irreverente, columna de Notiver, que una vez ultimada
Regina fue alertado que “el que sigue eres tú”, y halló el cobijo de
organizaciones defensoras de periodistas y salió del país.
Otros periodistas habían –habíamos– en esa
lista siniestra. Manuel H. Naranjo, cuya columna El Flechador era un misil de
varios megatones; Elfego Riveros, director de Radio Teocelo; Mussio Cárdenas,
autor de Informe Rojo, a quien la policía estatal tenía instrucciones de
aprehender sin causa alguna y confinarlo en cualquier prisión, sujeto a tortura
sólo por haber tundido a Duarte en campaña y haber documentado aquella juerga
en el restaurant Piquitos, en Coatzacoalcos, en la que, ebrios todos, el líder
petrolero Carlos Romero Deschamps recibió un “beso de caballeros” –labio contra
mejillita— del gobernador Javier Duarte.
También fue enlistado Antonio Trujillo y
Perdomo, titular de Verba Brava, columna bravísima; Filiberto Vargas, autor de
Punto de Vista y entonces jefe de Información del portal Gobernantes.com, cuyo
director y propietario, Carlos Jesús Rodríguez, fue aprehendido por causas
penales que le reactivaron para confinarlo en una prisión y tundirlo a golpes
hasta casi matarlo, y Manuel Rosete Chávez, director de Formato 7, y autor de
las columnas Apuntes y Consenso, quien dio a conocer el escrito-amenaza en una
columna titulada “Diez periodistas al patíbulo”.
Se trataba de una fotocopia cuyo punto central,
amén de los nombres de los periodistas, citaba un presunto documento titulado
“Medios de Comunicación en Veracruz. Agenda de Riesgos”. Citaba que los 10
periodistas eran observados en cuanto a su línea, su crítica, su relación o
distancia hacia el goberladrón Duarte.
En mayo de 2011, medio año después que Javier
Duarte asumiera el poder, comenzó la represión. Jorge Manrique fue aprehendido
el 8 de mayo; Carlos Jesús Rodríguez, el 10; Mussio Cárdenas, quien se hallaba
en Jalapa, fue alertado, el 11, que la policía iba por él; tramitó amparos,
desactivó teléfonos, se mantuvo en la sombra y salió de Xalapa y viajó a
Coatzacoalcos.
Todo por recordar que Duarte le plantó un beso
a Romero Deschamps. Ja. Duarte le bajó de “güevos” cuando en la prensa nacional
exhibieron ese pasaje y se cuestionaban si cuando bebe se le voltea el
chirrión.
Meses después comenzó la masacre de periodistas
en Veracruz. Fueron asesinados Milo Vela, su hijo Misael, su esposa Agustina, y
la reportera Yolanda LOrdaz de la Cruz, de Notiver, con una saña bárbara.
“Pórtense bien”, soltó el regordete Duarte y
activó la masacre de periodistas en Veracruz, algunos críticos de su
desgobierno, otros metidos en la nota roja donde se tiene que lidiar con los
hechos de sangre pero más, mucho más, con la presión de los cárteles que dictan
la línea, qué se puede publicar o no, y hasta tienen un reportero que sirve de
“enlace” en cada región.
Y luego vino el crimen de Regina Martínez,
apenas acabando de publicar los nexos que le atribuían al círculo ultra cercano
al ex gobernador Fidel Herrera Beltrán con la delincuencia organizada. Y
siguieron muchos otros –Luna, Huge, Esteban, Goyo, Moisés, Rubén Espinoza,
Anabel y decenas más.
Con Duarte, Veracruz alcanzó un estatus infame:
la peor entidad para el ejercicio del periodismo en el país con mayor número de
comunicadores asesinados a nivel mundial.
Y todo comenzó con una carta que se convirtió
en sentencia. Primero fue la soberbia, luego la persecución y al final la
muerte.
El círculo de Rocío Nahle ya dio el primer
paso. El Chuletas, cuyo ídolo es Juan Javier Gómez Cazarín, líder de Morena en
el Congreso de Veracruz y allegadísimo a la virtual gobernadora, es señalado de
lanzar el mensaje.
Y Rocío Nahle calla. Y calla porque ese es su
estilo. En grupos de Whatsapp ve alguna crítica y no refuta, ni aclara. Sólo
dice que lo evalúen. Y todos se lanzan a descalificar.
Por eso su silencio dice todo.
Para la prensa servil, plata.
Para la prensa crítica, plomo.
Ojalá que no.