* Su
reelección es el tiro de gracia * 19
gubernaturas perdidas en su gestión * No
fue asamblea, fue funeral * Nahle, con
alma de bulldozer * Se siente todo
terreno * Arden dos restaurantes * Extorsión en Coatza a todo lo que da * Rogelio Martínez denuncia farsa en
integración de nueva dirigencia de Morena
Mussio Cárdenas Arellano | 11 julio 2024
Tribuna
Libre.-
Del sarcófago del PRI sólo emana fetidez. Se fue muriendo en el tiempo, en las
urnas, en los gobiernos y en las estructuras de poder, disminuido hasta dejar
de ser el partido hegemónico y reducirse a tercera fuerza electoral.
Huele a muerto. Así parezca que vive, huele a
muerto. Lo terminó de matar Alito Moreno, el célebre dirigente que armó el
entramado para su reelección y cuya gesta fue perder y perder, ir entregando el
poder, la mitad de los gobiernos estatales que fueron la fortaleza del PRI, y
las senadurías, las diputaciones, las alcaldías.
Murió de inanición electoral, desprovisto de
votos y de respaldo social, devorado por la ambición cupular, la pandilla
mercenaria que lo exprimió hasta que ya no dio más.
Lo mató Alejandro Moreno, su líder nacional,
al consumar su perpetuación en el cargo desdeñando el principio de no
reelección. Y luego la amenaza, el asomo de purga, acusando que aún hay
priistas ligados al crimen de Colosio –Beltrones–, retomando el desvío de
recursos públicos vía el Pemexgate –Labastida–, amagando con echarlos y
remitirlos a la justicia.
Alito es un orate. La lengua lo traiciona. 30
años sabiendo que hay priistas implicados en el crimen de Luis Donaldo y ahora
los quiere desnudar. A eso se le llama encubrir.
Como él, Carolina Viggiano, la secretaria
general que pasa de una diputación a la candidatura al gobierno de Hidalgo y
luego al Senado por la ruta plurinominal, y los gobernadores que apenas se
revelan los números de su derrota, saltan a Morena o se integraron al gobierno
de López Obrador, esperando recibir indulgencia, disipar el castigo por actos
de corrupción.
A la muerte del PRI contribuyeron, por igual,
la masa, los priistas acríticos, los aplaudidores compulsivos, los ausentes que
se educaron en el ejercicio de no-pensar, mansos como el perro de casa al que
nunca se les ve ladrar.
Alito es un asesino serial. Fue matando al
PRI con la suavidad de un psicópata, gozando la muerte del tricolor, desollando
la piel, tasajeando la entraña, bloqueando las arterias, cerrando el paso del
aire, inyectando el veneno, comiéndose unos a otros porque el canibalismo entre
los priistas es virtud.
Tomó el PRI con 12 gubernaturas en su poder.
Era casi la mitad del país. Disputaba los gobiernos con el PAN más que con el
PRD, acaso unos cuantos con Morena.
Llegó a la dirigencia con el visto bueno,
públicamente expresado, de Andrés Manuel López Obrador, pues sería el líder
ideal, a modo, para operar el voto priista con el cual sacaría las primeras
iniciativas presidenciales. Y algunas las logró.
El sepulturero cumplió. Perdió los gobiernos
de Sonora, Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí, Tlaxcala, Colima y Campeche, su
estado natal. De ahí, vendría la humillación electoral: Estado de México,
Oaxaca, Hidalgo, Tamaulipas. Y el 2 de junio, la derrota en Veracruz, Puebla,
Morelos, Tabasco, Chiapas, Yucatán, Ciudad de México, Jalisco.
Alito Moreno sólo pudo retener Durango y
Coahuila. La gesta es histórica. En lenguaje militar es una derrota humillante,
general de un ejército vapuleado, la tropa abandonada, sus restos
ensangrentados, vil carroña, y la humillación moral, la hegemonía maltrecha, el
olvido de sus bases, el priismo que hoy se inclina a Morena por una migaja, la
beca, la pensión, el programa social.
2 de junio tiene lectura. La derrota se lee
en cifras. El PRI perdió 2 millones de votos respecto a la elección de 2021. De
8 millones 715,899 votos cayó a 6 millones 574,223 votos.
Ese domingo perdieron Xóchitl Gálvez, el
PRIANRD, la marea rosa, la gente de bien, los que condenan la inseguridad, al
narcogobierno de López Obrador, el desabasto de medicamentos, la corrupción de
los hijos del Peje y del Peje mismo, los desfases mentales del tirano, el
gobierno sin resultados.
Perdió el PRI pero ganó Alito Moreno, que
ahora será senador. Ganó Carolina Viggiano, que irá al Senado. Ganó Rubén
Moreira, esposo de Carolina, y sus aliados que colonizarán y permanecerán en el
presupuesto del Congreso federal, a la disposición del obradorismo y su farsa
de transformación.
Pero este domingo 7 es histórico. Hay
asamblea nacional y Alito le da el tiro de gracia al PRI. Convertido en ángel
de luz, el rostro iluminado, anuncia una reforma que se reduce, en lo medular,
a su reelección.
De nada sirvieron las voces disidentes, el
reclamo de los ex presidentes del partido, los jefes de grupo, figuras de
renombre, Beatriz Paredes, Beltrones, Sauri, Madrazo, alertando que la
reelección es el acta de defunción.
El priismo que lo avala, la gusanada de los
estados que acudió al festín, no fue a una Asamblea Nacional; fue a un funeral.
Pero no hay reclamo ni llanto. No hay autocrítica. Hay servilismo. Fueron a
aplaudir.
El circo de Alejandro Moreno es integral.
Ahora el PRI, o sea el muerto, no apoya al neoliberalismo; lo condena, se aleja
de él. Se corre a la izquierda. Tácitamente es es otro Morena, un Morena
tricolor, un PRIMor.
Y la broza lo celebra. Avala la modificación
estatutaria que le permite la reelección hasta por dos períodos de cuatro años
cada uno. Si Alito se lo propone, permanecerá el PRI, o sea en el muerto, hasta
2032.
El priismo tiene el Alito que se merece, la
Viggiano que hila derrotas y más derrotas, los líderes de sectores y
organizaciones que fincaron su poder en el voto corporativo.
Al funeral acudieron los priistas de
Veracruz, avalando la regresión impulsada por el líder nacional. Lorena Piñón,
secretaria general del comité estatal, presidió una mesa de análisis, parte de
la farsa. A contrapelo de la militancia, los miles de priistas que expresaron
su repudio a la reelección de Alejandro Moreno, fueron a convalidar.
El PRI se pudrió tiempo atrás. Lo fueron
matando la traición, la ausencia de votos, las gubernaturas perdidas, la
entrega a Morena, el repudio social. Y los priistas que aún creen que los
Santos Óleos del Padre Alito lo pueden salvar.
Así parezca que vive, el PRI está muerto.
POSDATA
Alma de bulldozer, mente de estaquitas, doña
Rocío Nahle pregona que será gobernadora de “territorio, no de escritorio”.
Ocurrente, la zacatecana no se conforma que armar un gabinete de cuarta sino
que también apela al maniqueismo coloquial. Andar en el territorio no garantiza
éxito. Revísese un caso: Dos Bocas. Ahí andaba Norma Rocío Nahle García,
disfrazada de petrolera, casco y botas, viendo que los fierros quedaran en su
lugar, que las torres se erigieran imponentes, que el lodazal se tragara las
miles de toneladas de arena que supuestamente los holandeses de Van Oord,
asociados con Juan Carlos Fong, los Santandreu y los Falcón, amigos suyos y
amigos del Peje López Obrador, vertieron para justificar los 5 mil millones de
pesos que se les pagó. Y al final, la refinería se inunda, no está conectada,
no dispone de gas natural porque los gasoductos serán concluidos hasta 2025 o
2026, según refiere el reportaje de Latinus, y como es de sobra sabido, fue un
fiasco que no ha podido refinar. “Gobernaré desde el territorio, no en el
escritorio”, pregona la química Nahle, ella que es palabrería pura. ¡Qué frase!
Es una erudita. El punto clave no está ni en el escritorio ni el territorio.
Está en la ineptitud, en la incapacidad, en el delirio, en los cuentos, en la
inagotable reserva mental de Rocío Nahle para mentir. Alma de bulldozer, mente
de estaquitas, Nahle va a joder a Veracruz. Ya se verá… Rebasada la medianoche,
en los primeros minutos del domingo 7, dos fuegos consumieron a El Langostino y
La Bocana. Las llamas devoraban todo. Era la expresión visible de la extorsión,
el cobro de piso, el pago de cuota. Horas después, el propietario dio a conocer
el cierre definitivo de El Langostino. Días antes, el 25 de junio, ocurrió otro
siniestro. Las llamas amenazaban con acabar con La Bocana. Tipificaron la causa
como un cortocircuito. No fue así. Fue un atentado, un aviso. Pagaban o habría
consecuencias. Y las hubo. Dos semanas después, sendos ataques acabaron con
ambos negocios que se distinguían por su ambiente familiar, por la calidad de
sus platillos. El mensaje del crimen organizado tiene alcances aún mayores. En
Coatzacoalcos, cualquier inversión es pérdida segura. No hay seguridad porque
no hay autoridad. Y sin seguridad, la inversión no llega o se va. El hampa no
descansa. Esta vez le pegó a dos negocios ligados a amigos cercanos a Tony
Macías, el suegro incómodo del ex gobernador Javier Duarte. Ya sin poder, la
extorsión manda… Fundador de Morena, Rogelio Martínez acusa una trastada más en
el partido del Peje López Obrador: la imposición de incondicionales en las
nuevas dirigencias. Cita el artículo 8 de los estatutos de Morena: los órganos
de dirección ejecutiva de Morena no deberán incluir autoridades, funcionarios o
integrantes de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, de los
municipios, estados y la federación. Pero es letra muerta. Apunta Rogelio
Martínez: “en Veracruz se está incluyendo por AMLO, sin asambleas a diputados
federales y locales, así como por el presidente estatal de Morena, a los
amigos, parientes y empleados de ellos en las casas de gestoría y en el mismo
comité estatal”. Y agrega: “Además de que tienen más prioridad los externos que
no trabajan por el partido ni cuentan con la capacitación que se requiere de
ideología, principios y estatutos”. Lo que viene es la imposición de
incondicionales en la estructura de Morena, aun siendo funcionarios públicos,
legisladores, ediles, ligados muchos de ellos a la gobernadora electa, Rocío
Nahle; a los cercanos al senador electo, Manuel Huerta; a Esteban Ramírez
Zepeta, el líder estatal de Morena, el cazachichifos al que en un audio se le
escucha decir que “la señora”, o sea Nahle, por todo lo regañaba y que él “no
es pendejo de nadie”. Es hora de demostrarlo…
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