José Miguel Cobián | 19 agosto 2024
Tribuna
Libre.- Un
buen amigo, excelente analista político, insiste una y otra vez, en que nada ha
cambiado en el sistema político mexicano, salvo las siglas del partido en el
poder. Una y otra vez, cuando comentamos
algún asunto de política pública, (o cosas secretas de lo público),
invariablemente me responde que así es el sistema político mexicano.
Por ejemplo, si hablamos del carro completo,
de tener mayoría de gobernadores de un partido político, me recuerda que ya
sucedió con los gobiernos del PRI y lo veíamos normal. O cuando Fox, que el PAN arrasó con gubernaturas
y curules.
Que si el sistema protege a Corral porque es
de los suyos. ¿Cuántas veces no vimos lo mismo en gobiernos del PRI o del
PAN? Que se rumora que los grandes
políticos, altas esferas del ejército, de las fiscalías estatales, de los
gobernadores, de los secretarios de seguridad pública, etc., tienen relaciones
indecorosas con el crimen organizado… Pues eso se rumora desde siempre. Los que hemos estado atentos, hemos visto o
sabido de esas relaciones desde siempre.
Que AMLO ataca abiertamente a sus opositores
en la mañanera. Sí. Otros presidentes
han sido más discretos, pero han hecho lo mismo. ¿O que ya se nos olvidó cuando Echeverría
tomó Excelsior?, o ¿cuándo él mismo se peleó con los industriales de
Monterrey?.
Que el poder ejecutivo controla al
legislativo y al judicial. Sí, pero
desde que México se independizó ha sido igual.
¿Intentaste ganarle un pleito a Miguel Ángel Yunes cuando era
gobernador? ¿Acaso no metió a opositores a la cárcel y luego salieron porque
eran inocentes o cuando menos, por falta de pruebas? ¿No es lo mismo que pasó con Rosario Robles?
Que el presidente controla con mano férrea al
legislativo. Sí, es verdad, porque AMLO
es autoritario y no le gusta el disenso…. Pero los que hemos acudido una y otra
vez al congreso a explicar lo erróneo de alguna legislación propuesta y a punto
de ser aprobada, una y otra vez, hemos escuchado: ¨tienes razón, pero es orden
del presidente¨. La diferencia estriba
en que AMLO no deja que le modifiquen ni una coma, y con los otros presidentes,
se simulaba un poco más la discusión en el congreso, y se negociaba, pero al
final, la voluntad presidencial se imponía, cuando el presidente sabía ejercer
el poder.
Con Peña Nieto se lograron avances
significativos para llevar la economía a una mejora saludable. Es verdad, pero no se vendieron las reformas
a la opinión pública. Simplemente se
hicieron y ya. Lo que aprovechó AMLO
para atacarlas y convencer al pueblo bueno de que lo que estaba bien hecho, era
malo. En política, la propaganda y convencer a la población son fundamentales
para lograr el poder.
El dilema siempre está en el ego de los
presidentes. Algunos son capaces de
escuchar opiniones, otros incluso se atreven a reconocer sus errores, mientras
que otros se enferman a tal grado que se consideran infalibles.
Estamos conscientes que cancelar Texcoco fue
un gravísimo error económico, pero también lo fue nacionalizar la banca al
final del sexenio de López Portillo, por ejemplo. En un caso, fue la demostración de ¨Aquí mando
yo¨, en el segundo caso, la venganza de un fracasado presidente, culpando a los
presuntos saca dólares de sus propios errores.
Prácticamente nada de lo que ha hecho AMLO
que sea susceptible de crítica, es algo que no hayamos visto
anteriormente. Estoy seguro de que
entiende que la reforma judicial que propone es errónea, pero él tenía la
esperanza de no obtener mayoría en el congreso.
Si el pueblo se la da, significa que el pueblo mexicano apoya la sarta
de locuras que propuso en febrero de este año.
Ahora que enfrenta la realidad de sus posibles efectos, busca una salida
decorosa, o en su caso, aceptar que arda el mundo, mientras él cuide su
imagen. Misma que en dos años, será muy
diferente en el imaginario colectivo, pero eso, eso no lo entiende debido al
tamaño de su ego.
Quizá lo único que ha cambiado, es que a
partir de 1997 o quizá un poco antes, algunos mexicanos comenzamos a creer que
iniciábamos el camino hacia una democracia. Camino lento, lleno de baches e
imperfecciones, que poco a poco podríamos corregir y mejorar, para lograr, -al
ritmo del propio país-, un México más justo y más libre.
Hoy vemos que el escaso camino andado, se va
a perder, o ya se perdió -según el punto de vista-. Lo que no hemos percibido, es que somos muy
pocos los que consideramos que perder esos mínimos avances es algo
importante. Otra vez, no se supo vender
la idea, ni demostrar los beneficios para las grandes mayorías, de un avance
democrático y de control del gran poder presidencial.
Hay países cuyo rumbo a la libertad, desarrollo
y bienestar, está limitado por la nula capacidad de sus políticos y sobre todo,
de sus líderes, para convencer a las grandes masas de ciudadanos, que ese es el
camino correcto. México es uno de ellos.
En la política mexicana nada hay nuevo bajo
el sol. Los ciclos se repiten
incansablemente, con la salvedad de que, por primera vez, hay nuevos
beneficiados, mientras que la vieja clase política se divide en dos, los que
entendieron que el camino de corto plazo es Morena, y ya brincaron el puente,
para salir beneficiados, y los que todavía buscan defender sus viejos
bastiones, exprimiendo hasta la última gota de recursos a sus franquicias de
Acción Nacional y del Revolucionario Institucional. El pueblo, mientras tanto, sólo observa y
afronta las consecuencias de las decisiones de los piratas en turno que
gobiernan y saquean el territorio nacional.
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