Ángel Rafael Mtz. Alarcón | 11 nov. 2024
Tribuna
Libre.- El 8 de
noviembre de 2024, se conmemora el centenario del nacimiento del médico
patólogo Ruy Pérez Tamayo, quien nació en Tampico, Tamaulipas, en los primeros
años de la postrevolución mexicana. Su familia, originaria de la península de
Yucatán, se estableció en un contexto de clase media.
En
noviembre, múltiples conmemoraciones se llevan a cabo, destacando el centenario
del nacimiento del obispo Samuel Ruiz García,(1924-2011) Nació el tres de
noviembre de 1924; conocido por su defensa de la teología de la liberación y su
papel como uno de los fundadores del Ejército Zapatista de Liberación Nacional,
que el 1 de enero de 1994 declaró la guerra al Ejército Nacional desde Chiapas.
También se recuerda que el 9 de noviembre de hace 150 años nació Felipe Carrillo Puerto (1874-1924),
primer gobernador socialista de México, quien fue fusilado hace 100 años en el
contexto de la rebelión huertista. Asimismo, el 12 de noviembre se celebra el
centenario del nacimiento del médico-militar Jesús Kumate Rodríguez, quien fue
Secretario de Salud durante el gobierno del Dr. Carlos Salinas de Gortari
(1988-1994), y falleció el 7 de mayo de
2018. Tuve el privilegio de ser testigo de la amistad entre estos dos
prominentes médicos nacionales.
Es un
reto para este autor intentar resumir la vida y obra del Dr. Ruy Pérez Tamayo.
A mi juicio, lo considero el último enciclopedista del continente americano. Su
formación en el ámbito de la medicina resulta particularmente interesante para
quienes provenimos de las humanidades. La medicina transforma a las personas,
dotándolas de una visión única del mundo. Existen varios médicos que han
incursionado en la literatura y la política, pero no quería dejar pasar la
celebración de su centenario. Recientemente, el Colegio Nacional rindió homenaje
a Pérez Tamayo y Kumate Rodríguez; resulta lamentable que el Gobierno Federal
no haya hecho algo similar, especialmente considerando la amistad entre el
actual Secretario de Salud, Dr. David Kershenobich Stalnikowitz, y ambos
personajes.
De
acuerdo con el Colegio Nacional, la biografía de Pérez Tamayo señala que se
graduó como médico cirujano en la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM) y se especializó en Patología con el Dr. Isaac Costero en México, y con
los doctores Gustave Dammin y Lauren V. Ackerman en los Estados Unidos.
Posteriormente, completó un doctorado en Inmunología en la Escuela Nacional de
Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional.
Pérez
Tamayo fundó y dirigió la Unidad de Patología de la Facultad de Medicina de la
UNAM en el Hospital General de México durante quince años. También fue jefe del
Departamento de Biología Celular en el Instituto de Investigaciones Biomédicas,
y, durante diez años, dirigió el Departamento de Patología del Instituto
Nacional de Nutrición, hoy Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición
Salvador Zubirán. Fue jefe del Departamento de Medicina Experimental de la
Facultad de Medicina de la UNAM y enseñó patología en esta misma facultad
durante más de sesenta años. Su experiencia lo llevó a ser profesor visitante
en universidades de renombre, como Harvard, Johns Hopkins, Minnesota,
Galveston, Yale, Tel Aviv, y en varias instituciones de América Latina.
Publicó
más de 170 artículos en revistas científicas nacionales e internacionales y escribió
87 libros sobre diversos temas, incluidos textos científicos, ensayos
históricos y divulgación científica. Entre sus obras más reconocidas se
encuentran "Principios de Patología" (1959), "El concepto de
enfermedad: su evolución a través de la historia" (1988), "Ciencia,
paciencia y conciencia" (1991), "Ética médica laica" (2002),
"Historia general de la ciencia en México en el siglo XX" (2005),
"La revolución científica" (2012), "Diez razones para ser
científico" (2013), "Las transformaciones de la medicina" (2015)
y "La muerte" (2016). El Colegio Nacional ha publicado 26 tomos de
sus obras reunidas.
Su
trayectoria fue reconocida con numerosas distinciones, incluidas becas de la
Fundación Kellogg y la Fundación Guggenheim; el Premio Nacional de Ciencias y
Artes en Medicina, Biología Celular y Patología en 1974; entre otros
reconocimientos nacionales e internacionales. En 2005, la Universidad
Veracruzana estableció la Cátedra Ruy Pérez Tamayo para fomentar la
comunicación y divulgación de la ciencia.
A lo
largo de su vida, Pérez Tamayo formó parte de 48 sociedades científicas, tanto
nacionales como extranjeras, y fue miembro honorario de nueve de ellas. Su
legado perdura, y en 2013, el presidente de la República de México develó su
busto en la Explanada de Médicos Ilustres de la Secretaría de Salud.
Durante
el rectorado del Dr. Víctor Arredondo Álvarez en la Universidad Veracruzana, se
creó la "Cátedra Ruy Pérez Tamayo" en marzo de 2005, gracias a los
esfuerzos de los doctores José Velasco Toro y Ángel Rafael Trigos Landa. En
conmemoración de dos décadas de esta valiosa iniciativa académica, aprovecho
para recordar mi participación en el equipo que asistía al Dr. Pérez Tamayo
durante las actividades de la cátedra. Recuerdo conferencias magistrales con ponentes
de talla internacional, como la científica Julieta Fierro y el Dr. David
Kershenobich Stalnikowitz, así como visitas a la Facultad de Medicina para
dialogar con docentes y alumnos. También participé en visitas a pacientes en el
Centro de Especialidades Médicas, donde el Dr. Pérez Tamayo cuestionaba a los
médicos residentes sobre los tratamientos impartidos, demostrando su autoridad
y generosidad al compartir su vasta experiencia.
Compartir
una semana con el Dr. Ruy Pérez Tamayo fue una experiencia inigualable, marcada
por su personalidad fuerte y autoritaria, la cual paulatinamente dejaba ver su
humanidad. Su legado es vasto y mi relación con su hijo, el historiador Ricardo
Pérez Monfort, sirvió para consolidar nuestra amistad. En ocasiones, lo acompañé
a conciertos de la Orquesta Sinfónica de Xalapa, donde tanto él como su padre
disfrutaban de la música.
El Dr.
Ruy Pérez Tamayo falleció en Ensenada el 26 de enero de 2022, a los 98 años,
dejando una profunda huella en la comunidad científica y un legado invaluable
para la ciencia universal.
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