José Miguel Cobián | 09 enero. 2025
Tribuna
Libre.- Los mexicanos tenemos
una enorme predilección por modificar la historia. Peor aún, considerarse
herederos de los opresores vencidos, en lugar de considerarse hijos de los
vencedores de aquélla épica batalla que terminó el 13 de agosto de 1521.
La
historia de México nos muestra que toda la zona central de nuestro país se fue
poblando por distintos grupos étnicos que venían en migración desde las
planicies del norte de América. Los
grupos Nahuas que fueron los últimos en llegar, venían de una región que hoy
ubicamos en el estado de Utah, en Estados Unidos.
Por
alguna extraña razón, cuando se decidió inventar los mitos que conforman la
historia de México, se enaltece a los Mexicas, un pueblo que llegó por allá del
año 1325 al valle de México. Pueblo tratado inicialmente como paria, que pasó
de ser proveedor de mercenarios para el señorío de Atzcapotzalco, a convertirse
en la fuerza dominante.
Con
este breve resumen, podemos ver, que mientras la historia de Mesoamérica puede
rastrearse a ciudades espléndidas desde el año 400, los mexicas llegaron en
1325 y para 1521, es decir, 200 años después fueron derrotados por una
coalición de pueblos indígenas.
La
opresión generada por los mexicas fue enorme, generando un brutal descontento
en el resto de las naciones mesoamericanas, que eran explotadas mediante la
exigencia de tributos en especie, y lo más grave aún, tributos en seres
humanos, para ser sacrificados en la pirámide del sol, ya fuera desollados, o
sacando el corazón todavía latiendo, y empujando los cuerpos a lo largo de las
escalinatas.
Así,
cuando llegan los castellanos a Mesoamérica, encuentran naciones enemigas de
los mexicas, ávidas de un liderazgo que los liberara de sus opresores.
La idea
de unir a los pueblos oprimidos para luchar contra los mexicas, surge de el Cacique
de Zempoala: “Bernal Díaz del Castillo
dice: Chicomacatl (Cacique Gordo) les plantea a los castellanos que los mexicas
son poderosos, que han conquistado una extensa serie de áreas, valles y
regiones, pero que hay gente como él que está en contra de los mexicas.
Entonces le dice que uniéndose, ligándose no solamente con ellos sino con
Tlaxcala, Huejotzingo y Cholula, podrían enfrentarlos”, explica.
Fue en
Quiahuiztlan donde los totonacas iniciaron la rebelión contra los mexicas,
añade Corona Sánchez, pero le echaron la culpa a Hernán Cortés cuando golpearon
y amarraron a los recaudadores de tributo enviados por el gobernante mexica,
Moctezuma.
Los
pueblos que se unieron a la propuesta de rebelión contra la opresión Mexica
fueron: los tlaxcaltecas, los
totonacas, los cholultecas. Cempoala, Quiahuiztlan, Chalco, Xochimilco,
Azcapotzalco y Mixquic entre otros.
Los que
inventaron el mito de la historia de los aztecas afirman que fue una traición.
No pudo ser un acto de traición ya que no existía una nación indígena en todo
Mesoamérica, sino que existían todas las naciones indígenas que conocemos,
algunas actuando como opresoras como Tenochtitlán, Texcoco y Tacuba, y el resto como
oprimidos. Así, luchar contra el opresor
que demanda tributos en especie y en seres humanos no es más que un acto de
defensa propia. El mito de la traición,
es un engaño más de quienes escribieron a su conveniencia la historia de
México.
La
llegada de los castellanos ofrecía una oportunidad estratégica para los pueblos
sometidos. La habilidad militar de Cortés, aunque basada en fuerzas
relativamente pequeñas, se veía complementada por la tecnología avanzada de las
armas de fuego, los caballos y las armaduras de hierro, pero sobre todo, la
experiencia militar propia del renacimiento, comparada con las guerras de la
edad de piedra propias de Mesoamérica. Los líderes indígenas comprendieron
rápidamente que una alianza con Cortés y sus hombres podría ser la clave para
derrotar a los Mexicas, algo que no habían logrado por sí solos. Esta
perspectiva militar y de supervivencia resultó crucial en la decisión de unirse
todos los pueblos oprimidos bajo el liderazgo de Hernán Cortes.
En
resumen, la alianza de diversos pueblos de Mesoamérica con Hernán Cortés contra
los Mexicas fue el resultado de una combinación de opresión, estrategia
militar, divisiones internas y creencias religiosas. Comprender estas razones
nos permite tener una visión más completa y matizada de este periodo crucial en
la historia de Mesoamérica.
Por
todo lo anterior, el 13 de agosto de 1521 debería de celebrarse en México como
una fecha de triunfo y liberación, ya que los pueblos de Mesoamérica, ese día
se liberaron del yugo brutalmente opresor de los Aztecas o Mexicas. Y sin embargo, a la fecha, acorde a los
mitos inventados durante la creación de una nacionalidad por parte del Partido
Nacional Revolucionario, la mayoría de los mexicanos considera esa fecha como
la de una derrota.
Lo más
extraño, es que la mayoría de los mexicanos que no nacieron ni viven en el
valle de México, e incluso, quienes viven en la zona de Atzcapotzalco, se
consideran descendientes del imperio Mexica, cuando su cultura no duró ni 200
años, y lo único que la hizo brillar, fue apropiarse de la cultura y religión
de etnias que ocuparon toda Mesoamérica, y de la cual, los mexicanos actuales
somos los legítimos herederos.
Nadie
que conozca de historia podría considerar la caída de Tenochtitlán como una
derrota propia. Y sin embargo, la mayoría de los mexicanos así lo
considera. En lugar de entender que esa
fecha, es una fecha de triunfo y liberación de los verdaderos pueblos
originarios.
elbaldondecobian@gmail.com @jmcmex
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