*Familia
rechaza versiones oficiales de que Cándido Ríos Vázquez fue daño colateral,
como afirma el exgordillista Roberto Campa.
*Exigen
que en investigaciones aborden amenazas de muerte enviadas por exalcalde de Hueyapan
de Ocampo, quien se incomodaba con sus notas periodísticas.
*En
varias ocasiones, siendo presidente municipal, Gaspar Gómez lo mandó golpear, a
detener y a encerrar en las mazmorras; la última, lo hicieron caminar sobre
espinas y lo dejaron lisiado.
*Esposa
le decía que dejara el periodismo, que lo podían matar; “mi papá nos estaba
preparando para esto, siempre nos decía que había escrito” dice la hija de
Cándido.
Hueyapan de Ocampo, Ver. |
25 agosto de 2017
Tribuna Libre.- La familia de Cándido Ríos Vázquez, Pabuche,
ve con recelo las declaraciones de las autoridades en el sentido de que su
muerte no estuvo relacionada a su labor como periodista.
“A mí no me convencen”, “yo pienso que sí”,
dice Hilda Nieves Martínez, la viuda.
Ella demanda seguridad, “tengo miedo que me
pase lo mismo”, e insiste que su ser amado murió producto de su compromiso
social de denunciar atropellos cometidos por poderosos, y hacerlos públicos.
Y señala a una persona, el dos veces
exalcalde Gaspar Gómez Jiménez, cacique regional, que ha sido edil por
Convergencia por la Democracia (2000-2004) y por el Partido de la Revolución
Institucional (2010-2013).
En el pasado proceso electoral, Gómez Jiménez
se lanzó por su tercer periodo, mas resultó aplastado por la oposición.
En la campaña, Pabuche escribió numerosas
notas y subió informes en redes sociales donde documentaba el saqueo a las
arcas, así como el negro historial del priista, el punto más puntilloso, la
desaparición de un edil del Partido de la Revolución Democrática (PRD), desaparecido y asesinado
durante el primer gobierno de Gaspar Gómez.
“Mi esposo siempre dijo que había sido Gaspar
el responsable, siempre lo escribía”, dice la viuda.
“Desde que yo era niña, mi papá denunciaba
que el regidor había sido llevado y asesinado por órdenes del alcalde.
“Si yo recuerdo que aquí a la casa llegaban
las camionetas del alcalde, y él salía y le gritaba de cosas a mi papá”, acusa
la hija de Pabuche, Cristina Ríos Martínez.
“Si se encontraban en la calle, Gaspar lo
insultaba y agredía, y Pabuche le respondía igual, le gritaba ‘sicopataaa’”,
remarca Cecilio Pérez Cortés, director del diario de Acayucan, para el cual
colaboraba el periodista.
“Se odiaban. Entre los dos no podían ni
verse, Gaspar no aguantaba las críticas y a Pabuche le enojaba que pese a todo
su historial, anduviera intentando llegar de nuevo al poder”, relata un vecino
de Pabuche, quien pide anonimato.
Mientras el cadáver de Cándido Ríos Vázquez
se enfriaba en el féretro donde fue depositado, a unos 350 kilómetros, en la
capital del estado, el su secretario para Derechos Humanos, de la Secretaría de
Gobernación, del gobierno de la República, Roberto Campa, lanzaba un balde de
agua fría:
“El evento de ayer tiene que ver con otro
riesgo, con otra situación, con otras personas que fueron atacadas. Ahí perdió
la otra persona, uno de sus escoltas, y otra escolta está en una situación de
gravedad. El ataque estaba dirigido a otra persona”.
Campa reconoció que el reportero contaba con
medidas cautelares del mecanismo de protección a periodistas, entre ellas, ocho
cámaras de vigilancia conectadas a un monitor y un botón de pánico. La familia
indica que además de las cámaras, la casa había sido rodeada con tela metálica
y grandes enrejados de púas. Casi como una prisión. Las puertas y ventanas
resultaron reforzadas y contaba con un teléfono satelital.
Según el último comunicado de la organización
Artículo 19, con respecto al homicidio de Cándido Ríos Vázquez, “desde que
Miguel Ángel Yunes Linares asumió la gubernatura de Veracruz, 3 periodistas han
sido asesinados. Además de Ríos, los otros periodistas son Ricardo Monlui,
asesinado el 19 de marzo, y Edwin Rivera, asesinado el 9 de julio”.
De esos dos casos, suma la agresión a Armando
Arrieta, de la Opinión de Poza Rica, el 29 de marzo, cuando recibió varios
disparos que lo pusieron al borde de la muerte. Salvó la vida, pero de sus
atacantes no se sabe nada, menos de los asesinos de los dos citados arriba.
En ninguno de eso casos, el Fiscal Jorge
Winckler ha dado resultados, incluso, pasa gran parte de su tiempo guerreando
en las redes sociales, generando polémica entre los periodistas, como una
marcada estrategia de división.
En este tenor, Artículo 19 exigió que la
Fiscalía Fiscalía General “revise de manera exhaustiva y diligente su proceder
ante las investigaciones iniciadas con anterioridad por las amenazas proferidas
contra Cándido Ríos”.
Y sobre las declaraciones de Campa, la ONG
dejó en claro que son “sin fundamento”, y exigió a la SEGOB un “informe público
sobre las medidas provistas así como las acciones que se emprendieron para
disminuir el riesgo del periodista Cándido Ríos Vázquez y haga una revisión
exhaustiva de los procesos y medidas implementadas que coadyuve a evitar la
repetición de agresiones a periodistas incorporados al mecanismo”.
NO
CREEN
¿Usted piensa que por la profesión que tenía
su esposo, pudo haber sido asesinado? -se pregunta a la viuda.
-Pues yo pienso que sí. Me dicen que no. Pero
pienso que fue intencional, a mí no me convence eso.
“Gaspar lo amenazó y lo golpeó, le hicieron
una hernia que la traía reventada, él era muy terco y no iba al médico (para
curarla)”.
Producto de esa golpiza, propinada por
elementos de la Policía Municipal, en el 2012, el reportero quedó lisiado, y
desde entonces, arrastraba una pierna para caminar, e invariablemente empleaba
bastón.
La mujer reprocha al gobierno la indolencia
para el cuidado del reportero, que ya estaba en la mira de los perpetradores.
Y aunque la casa de Cándido Ríos, en la
localidad de Soconusco, a unos mil metros de donde resultó asesinado, se alza
con un enrejado reforzado, alambrado de púas y vigilada por seis cámaras, en la
calle era vulnerable, ya que sólo empleaba un teléfono satelital con GPS.
“Nunca vi a una autoridad que estuviera en la
puerta. Yo le decías que tu seguridad es que estén al pie, tu andas y quien
sabe las espaldas quien te las va cuidar”, recuerda.
“¿Para qué sirven estas cosas?”, reprocha
señalando los sofisticados aparatos de vigilancia.
Sobre su actividad como periodista, “yo le
decía que eso es malo, te van a matar, no te metas, eso es peligroso, pero
nunca me hizo caso”.
Cristina Ríos Nieves, primogénita de Cándido
Ríos (tuvo dos cuatro hijos en total) también afirma que su padre encontró su
destino por su labor.
“Él desenmascaraba, acusaba a personas
poderosas, con dinero, caciques del pueblo”.
“Acá se veían muchas injusticias, él
denunciaba a esta persona, que era presidente municipal, y por medido e ese
puesto se da trabajo en areneras, cementares, criminales, son docenas de
asesinatos sin esclarecer y él se lo notificaba al pueblo”, expresa.
A la distancia, viendo a su padre resguardado
en el féretro, reconoce que “pienso que él sabía lo que iba a pasar, nos
preparaba para esto, constantemente me llamaba y me decía, mira hija, hice esta
nota, hija, ve mi Facebook”.
En su última publicación, el periodista subió
un video en el cual él hace un resumen de su labor en Hueyapan, y relata que
por más de diez años ha vivido bajo amenaza, en la resistencia contra los
poderosos, uno en especial, el ex alcalde Gaspar Gómez. Resultó tan popular el
ejercicio entre sus lectores, que prometió apurarse a realizar otro y efectuar
más denuncias, pero ya no lo hizo, la “Voz de Hueyapan se apagó”.