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Lugareños aseguran que “pepenar gasolina” es
una opción de ganarse la vida, la actividad cobró la vida de una persona y dejó
a 5 más heridas.
Ixtaczoquitlán, Ver. | 21 agosto de 2017
Tribuna Libre.- De manera inesperada -hace poco más de un
año- cientos de litros de gasolina comenzaron a estancarse entre sembradíos de
caña y platanales de la comunidad Zapoapan, ubicada en la zona montañosa del
centro de Veracruz. Una oportunidad tentadora para cualquier campesino que
medio come por 100 pesos al día.
Los lugareños refieren que desde entonces las
opciones fueron dos: aferrarse a su azadón y cosechar chayotes de sol a sol, o
“pepenar gasolina” proveniente de un ducto que era ‘ordeñado’ por personas
desconocidas, que se paseaban sin temor, frente a elementos militares y de la
Secretaria de Seguridad Pública (SSP).
La familia De los Santos Martínez se inclinó
por la segunda posibilidad y como “muchos en el pueblo de Zapoapan”, acudieron
la mañana del sábado 19 de agosto de 2017 a las zanjas con gasolina que yacían
a pie de montaña. Allí apilaron bidones con combustible en su vagoneta
Wolskwagen modelo 91, sin embargo, no se percataron que el vehículo permanecía
encendido, y luego vino la explosión y las llamas que no tuvieron compasión con
los cinco campesinos.
Areli De los Santos Martínez murió al instante,
su cuerpo calcinado quedó adherido a la tierra. El resto de la familia -cuatro-
fueron trasladados de emergencia al hospital más cercano, ubicado en Río
Blanco, Veracruz, a unos 25 kilómetros de distancia. De acuerdo con las partes
médicas los cuatro presentaron quemaduras de segundo y tercer grado, en el 60
por ciento de sus cuerpos.
Es la tarde del sábado 19 de agosto en la
comunidad de Zapoapan, y en el lugar no hay otro tema que se comente que no sea
la explosión del ducto de Petróleos Mexicanos (PEMEX). Las pláticas se perciben
-como el olor a petróleo quemado en las inmediaciones- en las bancas de la
parroquia, en el Kiosco, o frente a la escuela primaria Emiliano Zapata.
“A nosotros nos tocó ver la pinche humareda,
eran como las siete y media de la mañana y parecía que estaban quemando un
cañal. Luego ya supimos todo, y vimos que entre los muertos estaban los
vecinos”, refiere una mujer que ya se alista con veladoras para asistir al
velorio de Areli De los Santos, cuyo cuerpo recién fue llevado hasta su
domicilio por las autoridades.
La mujer de unos 60 años de edad, versa una
máxima en los pueblos para respaldar, de alguna forma, los apellidos de las
cinco víctimas, que ya han sido referidos como ‘huachicoleros’ en las redes
sociales y medios. “En el pueblo todo mundo se conoce, y ellos no eran
delincuentes: las dos chamacas venden tortillas y memelas todos los domingos y
los hombres pues como todos al campo”.
“La familia es pobre, ojalá que los ayuden”,
se lamenta la mujer de cabello entrecano mientras señala la vivienda de la
familia De los Santos Martínez, la cual es uniforme como la pobreza que se
percibe en la comunidad socorrida por el programa federal Próspera.
Dos cuartos con muros de block y techos de
lámina, un patio de tierra, y dos árboles de limón a la entrada de la vivienda,
es el único patrimonio que ubican los lugareños de la familia De los Santos,
ello sumado a la vagoneta modelo 91 que también se maltrató con el fuego.
En el interior de la casa se mira un féretro
color gris, acompañado de sirios blancos y una fotografía al fondo. Las cámaras
fotográficas quedan prohibidas ante la pena, advierten. “Aquí la gente es así,
hay veces que han corrido del pueblo a los que venden periódico y nos vienen a
traer noticias de algún muertito de aquí”.
A la plática se suma otro jornalero, quien de
alguna forma introduce a un problema que ocurre en su pueblo con el derrame de
combustibles, similar al que sucede en carreteras cuando un vehículo cargado
con comida vuelca y este es vaciado por los habitantes. Rapiña, le llaman en
las ciudades; pepenar gasolina le dicen en Zapoapan.
“En
Zapoapan se pepena la gasolina porque no hay chamba”
“Es un secreto a voces. Viene gente de fuera
a robar y los de acá nomás pepenan las sobras. Ahí está tirada la porquería -el
combustible-, y pues la economía está orillando a que vayan a recogerlo, porque
no hay chamba. Yo no le entro por miedo, pero la verdad los comprendo, aquí al
campesino le pagan entre 100 y 120 pesos diarios”.
El hombre, de quien se omite su nombre por
seguridad, refiere que la fuga en la comunidad de Zapoapan cumple al menos un
año. Con sus palabras explica que, “el combustible “se riega y se filtra en la
tierra, y se va a las zanjas y ahí se almacena. “Haiga lo que haiga yo no voy,
porque pues la gasolina sí está ahí, pero no sabemos quiénes son los que se la
estén robando”.
El entrevistado también advierte sobre una
presunta complicidad de autoridades estatales y federales. “Pasan y pasan a
cada rato los militares y por qué nunca han agarrado a los que perforan los
hoyos. ¿Apoco no se habían dado cuenta del reguero de combustible?, se
cuestiona desde el patio de su casa.
De acuerdo con su relato, que no difiere de
otros habitantes, la gente como los integrantes de la familia De los Santos
Martínez, una pequeña porción de la gasolina tomada de las zanjas la usan para
su consumo y el resto al comercian.
Con un bidón de 20 litros, con un precio
estimado en los 200 pesos, las familias ganan en una carga lo que, en el campo,
bajo el sol, les llevaría 20 horas de trabajo. “Aquí decíamos que era una bomba
de tiempo, dan ganas de entrarle, pero tarde o temprano iba a pasar un
accidente”, comenta el jornalero.
A la muerte de Areli De los Santos y las
heridas de sus familiares, se suman pérdidas en las inmediaciones donde ocurrió
la explosión, sembradíos de caña, plátano, café, frijol y chayote, para la
gente que tomó la primera opción que existe en Zapopan, Veracruz: trabajar por
la vía honrada.