Dirigentes
de los partidos de la Coalición Juntos Haremos Historia,
Amigas
y amigos, todos,
Ciudad de México. | 09 agosto de 2018
Tribuna Libre.- Participo con entusiasmo y solemnidad en este
importante acto, en el cual, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la
Federación, me ha entregado la constancia que me acredita como Presidente
Electo de los Estados Unidos Mexicanos.
Antes que nada, rindo homenaje al Pueblo de
México por su evidente vocación democrática. Agradezco a los ciudadanos que
depositaron en mí su confianza y reconozco la madurez política de quienes
aceptaron los resultados electorales.
No cabe duda de que vivimos momentos
realmente históricos. Muchas han sido las enseñanzas del pasado proceso
electoral, pero considero que su saldo más importante fue la demostración de la
elevada conciencia cívica y la sólida dignidad republicana que hemos alcanzado
los mexicanos.
Ha sido sorprendente y ejemplar lo acontecido
el 1º de julio; nuestra sociedad manifestó su entereza y su talento, y así lo
han reconocido otros pueblos, países y gobiernos del mundo.
Ahora nos corresponde asimilar correctamente
los sentimientos expresados por el pueblo al emitir el sufragio y ser
ejecutores escrupulosos y fieles de ese mandato.
Considero que la gente votó por un gobierno
honrado y justo. En mi interpretación, la mayoría de los ciudadanos mexicanos
están hartos de la prepotencia, el influyentismo, la deshonestidad y la
ineficiencia, y desean con toda el alma poner fin a la corrupción y a la
impunidad.
Millones de compatriotas aspiran vivir en una
sociedad mejor, sin la monstruosa desigualdad económica y social que padecemos.
Ha sido muy satisfactorio constatar que incluso los sectores de clase media y
no pocos de los más acaudalados
manifestaran con su voto el deseo
de mejorar la situación del prójimo y su
acuerdo en el principio de que el gobierno ha de representar a todos,
pero que debe dar preferencia a los olvidados y a los más pobres de México.
Considero que otro de los mandatos de la
mayoría es el evitar la violencia, atendiendo para ello las causas que la
originan y reformular la política de seguridad, hoy centrada casi exclusivamente
en el uso de la fuerza, a fin de construir la reconciliación nacional en el
bienestar y en la justicia.
Entre las muchas lecciones del 1º. de julio debo destacar también una que tiene como destinatarios a los
dirigentes políticos y a los servidores públicos; es decir, a nosotros mismos:
la gente votó para que exista en México un verdadero Estado de Derecho; el
pueblo quiere legalidad, no la simulación que en la aplicación de la ley ha
persistido desde el Porfiriato.
Los mexicanos votaron también para que se
ponga fin a las imposiciones y los fraudes electorales. Quieren castigo por
igual para políticos corruptos y para delincuentes comunes o de cuello blanco.
La ciudadanía plasmó en su sufragio el anhelo de que los
encargados de impartir justicia no actúen por consigna y que tengan el arrojo
de sentirse libres para aplicar sin cortapisas ni servilismos el principio de
que al margen de la ley, nada, y por encima de la ley, nadie.
En lo que a mi corresponde, en mi carácter de
titular del Ejecutivo federal actuaré con rectitud y con respeto a las
potestades y la soberanía de los otros poderes legalmente constituidos; ofrezco
a ustedes, señoras y señores magistrados, así como al resto del Poder Judicial,
a los legisladores y a todos los integrantes de las entidades autónomas del
Estado, que no habré de entrometerme de manera alguna en las resoluciones que
únicamente a ustedes competen.
En el nuevo gobierno, el Presidente de la
república no tendrá palomas mensajeras ni halcones amenazantes; ninguna
autoridad encargada de impartir justicia será objeto de presiones ni de
peticiones ilegítimas cuando esté trabajando en el análisis, elaboración o
ejecución de sus dictámenes y habrá absoluto respeto por sus veredictos.
El Ejecutivo no será más el poder de los poderes
ni buscará someter a los otros. Cada quien actuará en el ámbito de su
competencia y la suma de los trabajos respetuosos e independientes fortalecerá
a la República y el Estado Democrático de Derecho transitará del ideal a la
realidad.
No olvidemos nunca que debemos la apertura de
estos nuevos horizontes al pueblo, al pueblo soberano que está por encima de
individuos, grupos o facciones, por poderosos que sean o que parezcan.
En la elección del 1º de julio quedó
demostrado que así como el autoritarismo y la abyección envilecen y
desprestigian a las instituciones, la voluntad democrática de la ciudadanía
puede renovarlas y fortalecerlas.
No desaprovechemos o desperdiciemos este
momento de condiciones políticas inmejorables para llevar a cabo la cuarta transformación
de la vida pública de México. El pueblo ha conquistado con energía y dignidad
su derecho indiscutible e indiscutido de regir sus propios destinos y de ser
gobierno.
Contamos con amplias bases de legitimidad
para hacer realidad el deseo colectivo de vivir en paz, con justicia y
libertad.
Sólo me resta decir que actúo guiado por
principios y soy perseverante. Ninguna tentación me quitará la autenticidad o
desviará mí camino en la búsqueda del humanismo y la fraternidad.
Reitero: voy a cumplir todos los compromisos
de campaña, no le voy a fallar a los ciudadanos y habré de ser fiel en todos
mis actos al interés, la voluntad y el bienestar del único que manda en este
país: el pueblo de México.
¡Que viva la cuarta transformación del país!
¡Que viva la nueva república!
¡Que viva la voluntad soberana del pueblo!
¡Viva México!
¡Viva México!
¡Viva México!