*Aquiles Córdova Morán | 18 marzo de 2017
Tribuna Libre.- Con fecha de 1º de marzo de
este 2017, el diario español “El País”, con mal disimulada ironía, publicó una
noticia de la mayor relevancia para los mexicanos que tituló así: “El decálogo
de Videgaray para enfrentar a Trump”. En los primeros renglones de la nota se
precisa: “El canciller mexicano, Luis Videgaray, definió este martes las líneas
maestras de lo que serán las relaciones con Estados Unidos, 110 días después de
la victoria de Donald Trump”. El “decálogo”, que citaremos en forma abreviada,
es el siguiente. En el punto uno afirma la necesidad de una “política de
Estado” que aglutine “todas las voces del Senado”, es decir, el Canciller pidió
“unidad” a los mexicanos e invitó a todos los partidos políticos a colocar la
problemática con Estados Unidos por encima de sus legítimas ambiciones
electorales. El punto dos anuncia que, “ante la parálisis comercial y
diplomática” con aquel país, México “reenfocará sus relaciones exteriores hacia
América Latina y el eje Asia Pacífico, especialmente con China y Japón”. El
punto tres asegura la “defensa de las remesas” que los mexicanos residentes en
EE.UU. envían a sus familias, asegurando que “…son un acto de solidaridad cuya protección
será una prioridad para el gobierno”. El punto cuatro precisa que la violencia
que se vive en México “es consecuencia del consumo (de drogas, ACM) en Estados
Unidos”, razón por la cual ese país “debe asumir responsabilidad histórica”; en
concreto, debe “asumir acciones eficaces para frenar el tráfico de armas y
dinero de norte a sur”. En el punto cinco, el Canciller defiende la “libertad
económica”, en virtud de la cual México “no acepta restricciones” a dicha
libertad. No rehuimos la posibilidad de mejorar el TLCAN, añade, siempre que se
garantice “su naturaleza fundamental”, es decir, la plena libertad económica.
El punto seis asegura que,
en la (re)negociación del TLC, México pedirá que se incluyan “nuevos sectores”
(de la actividad económica, ACM) que no existían en 1994, tales como el
comercio electrónico, las telecomunicaciones o el sector energético. En el
punto siete, de particular relevancia según creo, el Dr. Videgaray afirma que
se pondrá “fin al modelo de rentabilidad a costa de bajos sueldos en México”, y
asegura que “…cualquier acuerdo económico debe acarrear subidas de sueldos en
México”. El punto ocho ofrece y demanda, al mismo tiempo, “seguridad jurídica
para las inversiones” extranjeras de aquí y de allá. En el punto nueve hay un rechazo
claro a la militarización de la frontera (con EE. UU., ACM). “México repudia
cualquier intento por militarizar las operaciones migratorias, así como medidas
unilaterales que pretenden deportar a México a ciudadanos de otros países…”,
dice el Canciller. Finalmente, en el punto diez se plantea un “cambio de
relaciones con Centroamérica”; el nuevo trato tendrá “un enfoque de desarrollo
y no solo migratorio”, ya que en la actualidad “se están atendiendo los
síntomas y no los problemas”.
Hasta aquí la síntesis del
“Decálogo”. He juzgado indispensable citarlo del modo más extenso que permite
el espacio periodístico, por dos razones. La primera de ellas, de enorme
trascendencia para la vida del país en la difícil situación por la que estamos
atravesando, es que se trata del proyecto más completo y puntual que haya
llegado a mis manos hasta hoy, tanto de parte del Gobierno como de cualquiera
de las muchas fuerzas políticas que componen el panorama nacional y que, en la
actual coyuntura electoral, están pujando entre sí para ver quién se alza con
la victoria y con el poder de la nación en los ya muy cercanos comicios de
2018. Nadie, absolutamente nadie que yo sepa, se ha atrevido a hablar de modo
tan claro, alto y completo, de lo que piensa o propone hacer para salir al paso
de los graves retos y problemas a que nos está enfrentando la política del
nuevo presidente de Estados Unidos hacia México y los mexicanos. Y pienso que
es justo y necesario, por eso, que el país conozca este plan de diez puntos que
acaba de enunciar el Canciller mexicano a nombre del Gobierno de la República.
Pero no es solo el hecho de haber roto el silencio y respondido a la
incertidumbre de la opinión pública sobre el “¿y qué vamos a hacer?” que está
en la mente de todos; es también, y de modo más destacable si cabe, el
contenido del decálogo. Según mi modesta pero libre y desinteresada opinión, el
anuncio del Canciller, si no es perfecto, sí se acerca mucho a lo que los
antorchistas de México venimos sosteniendo desde hace tiempo; es decir, que el
discurso del Dr. Videgaray acierta tanto en la visualización profunda de los
problemas como en las sanas medidas que pueden ponerles un remedio
moderadamente eficaz.
Sin embargo, no queremos
aparecer, ni como vulgares turiferarios en busca de la aprobación y el premio
de los poderosos ni como optimistas ingenuos, que confunden el planteamiento
teórico correcto de una cuestión compleja con su ejecución práctica y con el
éxito probado en la realidad. Estamos muy conscientes de que, como solía decir Sancho
Panza, el fiel escudero de don Quijote, “aun la cola falta por desollar”. Es
decir, que falta todavía mucho, tal vez lo más difícil, para que el proyecto
aterrice en medidas y pasos concretos que puedan arrojar resultados tangibles y
medibles. Es posible que la propuesta tenga todavía que sufrir cambios, ajustes
y adecuaciones o hasta la renuncia de alguna de sus partes de acuerdo con lo
que exija y permita la realidad contante y sonante; que falta, sobre todo,
probar que hay la firme decisión de avanzar por ese camino, cualesquiera que
sean las dificultades y los riesgos que ello provoque, si la realidad de que
nace se mantiene tal como la vemos y como se anuncia para un futuro cercano. Es
posible, como no, que volvamos a ser
testigos de una promesa que solo se formula para ver si logra ablandar al
enemigo, pero sin ninguna voluntad seria de cumplirla en caso necesario; que
volvamos a conformarnos con concesiones menores a cambio de continuar atados al
carro del neoliberalismo, o “capitalismo salvaje” como también lo llaman
algunos. Sea como sea, a los antorchistas nos parece que el “decálogo” es
esencialmente correcto, acertado, y queremos dejar constancia de nuestra
opinión sin poder o querer garantizar el futuro del mismo, porque eso no está
en nuestras manos ni es de nuestra competencia.
La segunda razón para
manifestarnos (de algún modo implícita en lo ya dicho) es precisamente el
sospechoso silencio, el mutismo que, de pronto, ha atacado a muchos que hasta
hace poco sufrían exactamente de lo contrario, es decir, de una verborrea
incontenible cuya elocuencia brotaba de sus bocas a la menor provocación. Esto
es particularmente preocupante, como ya se han encargado de notarlo y
escribirlo personas más calificadas que yo, tratándose de los precandidatos a
la silla presidencial que la opinión pública conoce e identifica perfectamente.
¿Qué pasa aquí? ¿Es que el ratón les comió la lengua, como decían antaño las
abuelas? ¿Acaso no creen importante (y menos necesario) decirle al pueblo
mexicano cómo piensan enfrentar la crisis desatada por Trump en caso de llegar
al gobierno del país? ¿O es que tienen miedo de que un compromiso claro de su
parte provoque el veto norteamericano a sus aspiraciones políticas? Sea como
sea, el hecho es que están cometiendo una omisión imperdonable, porque los
electores tienen todo el derecho a saber de qué pasta (de héroes o de villanos)
están hechos quienes aspiran a gobernarlos. Finalmente, los antorchistas nos
pronunciamos porque es nuestro derecho y nuestro deber; porque creemos que a
México lo debemos defender todos los mexicanos y no solo el Gobierno, y una
primera forma de materializar este deber es pronunciándonos sobre (y apoyando
en su caso) cualquier propuesta que el Gobierno formule, pues no hacerlo es
dejarlo solo frente al poderoso que intenta avasallarnos, es debilitarlo y
allanar el camino a la claudicación o a la derrota, de lo cual seríamos víctima
todos los mexicanos.
En este sentido, no deja de
ser sintomático que, hasta antes del discurso del Canciller, menudeaban las
voces “autorizadas y enérgicas” que acusaban al Gobierno de “débil”, y hasta de
cobarde, por no tomar una posición firme ante el gigante del norte; y hoy que
el gobierno les responde, guardan un inexplicable silencio que se compagina muy
mal con sus estentóreos reclamos de hace unos días. ¿Es que prefieren el
sometimiento del país a intereses ajenos antes que abonar un tanto a favor del
enemigo a vencer en la justa electoral al que, además, han descalificado ya
tantas veces? ¿Y no es esto anteponer el mezquino interés personal a los
superiores intereses del pueblo mexicano? De ser así, podemos decir que los
llamados del Dr. Videgaray a la “unidad” equivalen a predicar el Evangelio in
partibus infidelium. Que la historia juzgue a cada quien según sus méritos.
*Secretario General del Movimiento Antorchista Nacional.