José Miguel Cobián | 24 octubre
de 2016
Tribuna Libre.- El próximo año se
cumplirá una vez más el ritual de elegir presidentes municipales en todas las
alcaldías del estado de Veracruz. La
mayoría de la población va a decidir esperar a que un partido político designe
a su candidato. Otros más esperarán a
ver quiénes son los que deciden buscar la alcaldía por la vía
independiente. Una vez cumplido ese
período de espera, el siguiente paso será divertirse en las campañas, bailar,
bromear y sobre todo, encontrar hasta el más mínimo defecto de todos y cada uno
de los candidatos. A veces, esos
defectos no serán buscado en el candidato de los afectos del poblador de los
municipios. El principio del fin de la
fiesta democrática será el día de la elección en el cual el ciudadano va a
decidir asistir a las urnas y votar o simplemente abstenerse. Posterior a ello, vendrán los reclamos de
fraude, de relleno de urnas, de compra
de votos, de manipulación con programas estatales o federales, de indignación
porque no ganó el que yo quería. Y por
último la entrega de la constancia de mayoría al ganador, para que espere
pacientemente a que llegue el día de la toma de protesta.
A partir de ese
momento, el nuevo alcalde comenzará un proceso de sentirse propietario del
municipio. A veces él sólo y a veces con
una banda de colaboradores que por tener un puesto menor, e incluso no haber
resultado elegidos por la población, de todas maneras se sentirán copartícipes
de la propiedad del municipio los próximos cuatro años. Como contra parte, el pueblo comenzará a
quejarse de que el alcalde hace lo que le da la gana, de que es corrupto, de
que no escucha las necesidades de la población y sobre todo, que no hace nada
para que se eleve el nivel de vida en el municipio, salvo algunas cuántas obras
para justificar su administración pero eso sí, mucho apapacho a la población,
porque no sabemos si el día de mañana México lo va a requerir como diputado
local o federal, o en algún otro puesto su sabiduría sea demandada.
Así estaremos
cuatro años más, hasta que comience de nuevo el ciclo y la historia de cada
municipio se repita con mayor o menor fortuna de acuerdo a los intereses y capacidades
del reyezuelo en turno. En algunas
ocasiones habrá suerte y el grupo en el poder hará mucho más que los
anteriores, lo cual lo hará resaltar y le permitirá continuar en el poder
varios trienios, gracias a que fueron un poco mejores que sus antecesores o
cuando menos un poco mejores que sus pares que los rodean en el resto de los
municipios de la región, lo cual les permite lucir como estrellas en un cielo
oscuro.
Este círculo
vicioso se ha repetido una y otra vez en México, que cual república bananera no
aprende de sus errores, debido principalmente a que sus habitantes no saben que
pueden tomar parte en las decisiones que afectan su vida cotidiana. La población acostumbrada al desinterés y a
la sumisión deja que otros –en este caso los alcaldes y su grupo- decidan los
destinos de miles y millones de personas, con su aptitud o su ineptitud.
Mi propuesta es
romper de una vez por todas con ese círculo vicioso. Evitar por una vez, -para sentar precedente-,
que sean los partidos políticos quienes decidan quién será el próximo
gobernante de tu municipio. En lugar de
ellos se debe organizar la propia sociedad civil, primero para establecer un
programa de gobierno, no para los próximos cuatro años, sino para los próximos
25 años. Partiendo de un diagnóstico
claro de dónde estamos y de allí definir las metas a largo plazo y el camino
que nos llevará a ellas.
Una vez que los
ciudadanos tengan lista la agenda de gobierno, entonces se debe decidir quién
de entre los propios ciudadanos será el adecuado para llevar a cabo esos
proyectos el siguiente cuatrienio. Hoy
gracias a las candidaturas independientes, es posible que una ciudad, un
municipio, decida quien lo va a gobernar sin tomar en cuenta a los partidos.
Sin embargo es
seguro que cuando la ciudadanía se organice, los propios partidos políticos
voltearán a ver lo que se está haciendo, y más de uno buscará que el candidato
de los ciudadanos se convierta también en su propio candidato, pues así tendrá
–el partido político que sea- el triunfo asegurado. En ese momento habrá de ser muy cuidadosa
la ciudadanía, pues podrían buscar beneficios posteriores, como por ejemplo que
el líder de dicho partido político exigiera cierta cantidad de dinero mensual al
alcalde ganador, o imponer en sindicatura y regiduría a miembros de dicho
partido, en lugar de considerar los que los propios ciudadanos escogieran
anticipadamente.
Esta utopía es el
futuro de las democracias. Una elección
interna, previa, por parte de los propios ciudadanos miembros de la ^polis^,
con el fin de ser ellos y sus intereses quienes decidan quién los va a
gobernar, en lugar de que sean personas ajenas y con intereses particulares los
que decidan quién será el gobernante y administrador de cuantiosos recursos
públicos los próximos cuatro años.
Un gobierno: del
pueblo, por el pueblo y para el pueblo, será por definición transparente y
tomará sus decisiones consultando al pueblo.
De un plumazo eliminamos a los alcaldes ladrones, y también a los
alcaldes tiranos o reyezuelos.
¿Complicado? En un
México con escasa cultura ciudadana si lo es. Sin embargo, México merece que se
cree y cultive esta cultura por encima de lo que hoy tenemos y ya no
funciona. México merece alcaldes dignos,
escogidos y exigidos por la población.