Aquiles Córdova Morán | 02 diciembre de
2016
Tribuna Libre.- Al conocerse la victoria de
Donald Trump en EE UU, el Primer Mandatario del país declaró que, en vez de
mirar eso como un riesgo para México, había que verlo como una gran
oportunidad. Pienso que el planteamiento, visto así, en general, es totalmente
correcto, y me recordó, por cierto, lo dicho por el presidente de Rusia,
Vladimir Putin, con motivo de las duras sanciones económicas impuestas a su
país por EE UU y sus aliados europeos con motivo de los sucesos de Ucrania.
Creo sin embargo que, tal como lo hizo el mandatario ruso, debemos avanzar del
planteamiento general a detallar los pasos concretos que consideremos
indispensables para convertir la posibilidad en realidad contante y sonante. Por eso, aprovecho hoy mi
discurso ante más de 30 mil ciudadanos de Texcoco, reunidos el día 13 de
noviembre del año en curso para celebrar 24 años de lucha antorchista en ese
importante municipio mexiquense, para ampliar y precisar algunas de las
propuestas que allí me permití formular en relación con el problema antedicho.
1).- En primer lugar, y
partiendo de que uno de los puntos más vulnerables de nuestra relación con EE
UU es nuestra gran dependencia comercial respecto a ellos, dependencia que se
refleja en que más del 80% del total de nuestras exportaciones van hacia aquel
país, pienso que, en caso de materializarse la imposición de un nuevo TLC
totalmente inequitativo para México (o su cancelación definitiva), junto con un
elevado arancel a nuestros productos para encarecerlos en el mercado
norteamericano, nuestra defensa legítima no puede ser otra que volver de
inmediato los ojos hacia nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños, de los
cuales nos hemos alejado ostensiblemente a cambio de una estrecha relación con
el Norte, ése que hoy se dispone a darnos la espalda, con el propósito de
hallar un mercado seguro para nuestras exportaciones. Para tener éxito en esto,
será necesario modificar sensiblemente la estructura actual de nuestra
producción y adaptarla a las necesidades del mercado latinoamericano, al mismo
tiempo que deberemos sumarnos, con toda lealtad y energía, a sus esfuerzos por
construir una gran zona de integración económica y de libre comercio, sea el
MERCOSUR o una versión mejorada y actualizada del mismo para que, entre todos,
logremos el peso económico y político que nos permita abrirnos un espacio
propio en la compleja geopolítica actual.
2).- Tendremos que trabajar
por un acuerdo con todos los grandes capitales industriales y financieros
instalados en el país, sean nacionales, extranjeros o mixtos, precisamente para
pactar la reconversión y modernización de nuestro aparato productivo según lo
exija el mercado latinoamericano y caribeño. Pero no solo para eso, pues hará
falta también, a mi juicio, reactivar nuestro mercado interno (sobre todo si
Trump cumple su amenaza de expulsar a dos o tres millones de indocumentados que
vendrán a demandar empleo y todo tipo de satisfactores), para lo cual tendremos
que fabricar suficientes productos y servicios de consumo masivo, generar los
empleos necesarios apoyando a las micro, pequeñas y medianas empresas ya
existentes y creando otras nuevas, y elevar la capacidad de compra de la
población mediante una mejora sustancial de los salarios. Para todo esto hará
falta, indudablemente, el pleno acuerdo entre todos los factores decisivos de
la economía.
3).- Tendremos que llevar a
cabo un verdadero plan de explotación racional, científica y económicamente
viable de nuestros recursos agrícolas, forestales y ganaderos, con el propósito
de levantar nuestra alicaída producción agropecuaria. Se trata no solo de
alcanzar la tan sobada y manoseada “autosuficiencia alimentaria”, sino de
convertirnos en exportadores de todo aquello para cuya producción contemos con
reales ventajas comparativas de suelo, clima y experiencia productiva. Tendrán
que ponerse a trabajar, pues, la SAGARPA, todos los agrónomos del país y todas
las Universidades agrícolas y escuelas de agricultura que hay en el territorio
nacional en la elaboración de un mapa completo y detallado de los suelos
susceptibles de explotación económica, señalando puntualmente su localización,
superficie y vocación productiva, así como todo otro tipo de recursos
aprovechables. Junto con esto, habrá también que racionalizar y eficientar la
actividad pesquera del país, impulsar la acuacultura y crear una verdadera,
moderna y suficiente flota pesquera para aprovechar los miles de kilómetros de
costas de que disponemos.
4).- Deberemos capacitarnos
a toda velocidad para fabricar productos con alta tecnología, con alto valor
agregado, si queremos conquistar algún día los mercados europeos y de otras
potencias económicas distintas a los EE UU. Para esto es necesario empezar por
reconocer que, también aquí, nuestra dependencia respecto a EE UU es casi
absoluta; que nuestros mejores científicos y Universidades, privados de infraestructura adecuada y del dinero
suficiente para una investigación propia y creativa, están obligados a ser
simples “adaptadores” de la tecnología extranjera (siempre atrasada por obvia
conveniencia de quienes nos la venden y que pagamos, además, a precio de oro)
para que pueda funcionar en el aparato productivo nacional. Es necesario
reconocer, además, todo el atraso y todo el pesado lastre de concepción,
organización, infraestructura y capacitación del personal docente que arrastra
desde siempre la educación nacional, y decidirnos a romper de una vez por todas
con todo eso, haciendo a un lado resueltamente politiquerías electorales,
intereses gremiales y compromisos inconfesos con los poderes fácticos que ya
ahora influyen poderosamente en el sistema educativo pero que aspiran a su
control absoluto. Deberemos formar investigadores, inventores fecundos, sabios
humanistas y en ciencias naturales, pero todos ellos con la mente puesta en la
independencia, la soberanía y el libre desarrollo de la riqueza nacional en
beneficio de todos.
5).- La transformación científica
del país, a pesar de los grandes recursos y el tiempo que requieren, será
inevitable si el proteccionismo de Trump se hace realidad, pues ello creará la
necesidad de tratar de abrirnos mercado en Europa, en Japón en Australia, y
sobre todo en Rusia, China, y todo el bloque de los BRICS, un mercado
gigantesco cuya llave de entrada son las mercancías y productos con un alto
valor agregado. Acceder a esos mercados, ricos pero con una feroz competencia
interna, tal vez esté fuera del alcance de toda nación latinoamericana que lo
intente ella sola; pero con toda seguridad no ocurrirá lo mismo si lo hace como
parte de un poderoso bloque económico como el MERCOSUR. De ahí que lo primero
que deberemos hacer, como ya queda dicho, es voltear la mirada hacia nuestros
hermanos latinoamericanos y caribeños.
6).- Por último, el neo
proteccionismo de Trump no es de ningún modo una renuncia a las ambiciones imperialistas de su
país. La necesidad de exportar mercancías, servicios y capitales sobrantes al
resto del mundo, y de asegurarse la energía, las materias primas (incluidos
ciertos alimentos) y las principales vías de comunicación para garantizar el
funcionamiento de su economía, no desaparecerá solo por desechar los tratados
de libre comercio en favor de una política proteccionista. Ellos tratarán de
lograr ambas cosas a la vez. Pero ser proteccionista y al mismo tiempo
adueñarse de las riquezas de otras naciones, solo puede lograrse mediante el
uso de la fuerza. Así, la era Trump no augura paz y respeto a la soberanía e
independencia de las naciones débiles, sino más bien el retorno al
colonialismo, a las invasiones con cualquier pretexto y a los golpes de Estado
para instalar gobiernos títeres. Ante tan sombrío panorama, parece obvio que
necesitamos levantar a nuestro ejército a la altura del de cualquier nación
amenazada pero resuelta a defender su independencia y soberanía al precio que
sea. Urge retirar a nuestras tropas de las calles, que las degradan y
contaminan, y someterlas a una enérgica política para elevar su moral, su
patriotismo, su capacidad ofensiva y defensiva. Urge mejorar sensiblemente el
bienestar de todo el ejército, pero sobre todo el de la tropa, con mejores
salarios y prestaciones. Tal vez haga falta elevar su número; pero lo que no
ofrece dudas es la conveniencia de dotarlo del mejor armamento de que el país
sea capaz en este momento y, por encima de todo, de cambiar de proveedor.
Defendernos con armas compradas a nuestros previsibles agresores es, simple y
sencillamente, un contrasentido, un absurdo.
En resumen, pues, ¿es Trump
una oportunidad, como dijo el Presidente? Creo que sí. Creo que puede ser la
gran oportunidad de romper de una vez por todas con las cadenas que nos han
mantenido atados y esclavizados a los poderosos vecinos del Norte y para
conquistar, por primera vez desde que nos libramos del dominio español, una
verdadera independencia, grandeza y soberanía nacionales. Para ello, solo
necesitamos manejar con destreza, inteligencia y flexibilidad el arma más
poderosa de que disponemos que es nuestra inmejorable ubicación estratégica.
Debemos prepararnos para colocar al Imperio ante una disyuntiva que realmente
lo sacuda: o respeta todos nuestros derechos sociales, políticos y económicos,
o pierde para siempre a su mejor aliado estratégico. Nada más, pero nada menos.