Eduardo de la Torre Jaramillo | 27 abril de 2013
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Tribuna
Libre.- Norbert
Lechner definió a la política como: “la conflictiva y nunca acabada
construcción del orden deseado”, que por cierto lleva ese título uno de sus
libros, de aquel libro no me centraré en la explicación de sus cuatro ejes
(orden; técnica e interacción; acción instrumental y expresión simbólica; y
finalmente subjetividad y formalización); únicamente retomo el segundo eje que
se desarrolla a partir de Nicolás Maquiavelo, cuando ya instaurada en pleno la política moderna,
la cual desde la época del florentino presenta tres problemas: a) el de la
racionalidad (medios-fines); b) el de la libertad (basta recordar la frase de
Maquiavelo “…en gente como nosotros, todo llena de miedo, miedo al hambre,
miedo a la cárcel, no puede y no debe haber lugar para el miedo al infierno”);
y c) el problema de lo posible, lo que en la tríada de Maquiavelo es la virtú, necessitá y fortuna, todo
esto hilvanan a la política como el arte de lo posible.
De lo anterior la clase gobernante en
Veracruz no conoce absolutamente nada, es más ni le entienden a la política,
ésta se encuentra en la degradación porque no hay legalidad que se respete, no
hay legitimidad que la sustente, no hay vigencia de las instituciones
autónomas, y lo peor, existen las ocurrencias para gobernar, como lo observamos
con la fragmentación de las fuerzas políticas y después destruirlas, tal y como
lo está padeciendo el PRD; y posteriormente, viene la exhibición vulgar de como
la pobreza es el único eje para hacer política, transformando a los
beneficiarios de los programas sociales en clientelas políticas partidistas
(que en el lenguaje cínico que está de moda le llamen “oro molido”), donde el
uso patrimonial de alguna dependencia federal de gobierno trastoca su función
al ser reducto de la obtención del voto traficando con la pobreza.
Si bien, la política responsable se ancla en
dos principios: no se debe creer en las ilusiones y se debe creer en la
importancia de lo que uno hace, por supuesto individualmente pero no dejar de
concebir que la política es una acción colectiva; y si retomo esto, el actual
gobierno al creerse sus propias ilusiones de que destruyendo una coalición
electoral entre el PAN-PRD, fragmentando al sistema de partidos, le
beneficiaría al PRI, pues se equivocó, ya que la elección se polarizó entre la
coalición fallida del PRI (fallida porque sus aliados que le quedan, uno no
tiene registro y el otro perdió a su dueña, y otro pequeñín, el Cardenista se
va solo) y el PAN, éste como la única oposición política real, viable, y
propositiva para las y los veracruzanos.
La reconstrucción de la política veracruzana,
considero que pasa necesariamente por una especie de utopía, ésta como
respuesta a nuestras necesidades éticas y democráticas; porque el actual
gobierno no tiene una lógica política, sino una lógica de guerra, ésta descrita
anteriormente, y sobre todo porque busca la aniquilación de la oposición local,
la cual es la negación de la diferencia en la vida pública, y las consecuencias
son el caos gubernamental y la ingobernabilidad de la sociedad; lo que provoca
un gobierno antipluralista que se focaliza en un antagonismo personalizado
entre actores que se formaron en la misma escuela autoritaria y que de esa
concepción Schmittiana del “amigo-enemigo”, están dañando a la propia sociedad
veracruzana por un pleito individualizado del cual la sociedad veracruzana es
ajena y que afecta a la convivencia social.
La clase política veracruzana debe aprender a
hacer política con la cabeza y no con el estómago, entiendo que debe haber
cálculo, pero también hay convicciones y pasiones, inclusive agresividad; para
lo cual existen salidas institucionales, como a través de las leyes podamos
desmercantilizar a la política, donde la agenda pendiente sea prestigiar a la
propia política.
Finalmente, espero que la política la hagan
los ciudadanos y no solamente los políticos y donde la democracia no sea una
cuestión teórica, sino que su ruta sea una elaboración ética y afectiva; donde
la construcción se nutra de las experiencias cotidianas, de las creencias del
sentido común, de las motivaciones no conscientes, en fin que sea una
construcción ciudadana permanente.