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mayo 01, 2013

El Baldón: El país de la impunidad


José Miguel Cobián | 01 mayo de 2013
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Tribuna Libre.- Dos son los problemas principales que convierten a México en una sociedad y estado fallidos. La corrupción y la impunidad. Dos formas de un mismo cáncer social que forman parte del gen histórico de los mexicanos, cuando menos desde el dominio Azteca, y que fueron exacerbados a lo largo de la colonia, y luego fueron mexicanizados a partir del primer imperio mexicano y  el México independiente, para ser transformados en política de estado a partir de la revolución, y posteriormente durante la dicta ¨blanda¨ priísta.  Por último convertidos en sutilezas del arte de gobernar y en delitos de cuello blanco, durante la docena trágica del panato, y los cuales vuelven por sus fueros ahora con el regreso del invencible PRI.
    
La corrupción está tan extendida que no hay un solo funcionario gubernamental, de paraestatales, federal, estatal o municipal que no la haya percibido a su alrededor, y los ciudadanos viven con ella cada vez que requieren realizar alguna gestión o trámite ante cualquier autoridad, y últimamente, ante los monopolios del poder privado que dominan los servicios y la venta de bienes.
    
La impunidad, curiosamente, ofende más a la población. Pues no basta con saber que alguien es corrupto y comete un delito, sino que agravia mucho más, el saber que ese acto delincuencial es descubierto, descrito con lujo de detalles ante la opinión pública a la cual en muchos casos se le presentan pruebas irrefutables, que llegan a ser documentales, grabaciones, y hasta videos.
    
Si algo hay que reconocerle a Andrés Manuel López Obrador, es su actitud ante el escándalo de las ligas, con el profe Bejarano, a quien de inmediato sometió al escrutinio de los órganos judiciales, y aunque cuidado y protegido, pasó algunos meses encerrado en una cárcel del D. F. y eso a pesar de que nadie duda (en el imaginario colectivo), que el propio López Obrador estaba enterado de sus acciones, y Bejarano no fue más que un chivo expiatorio ante la opinión pública.
    
Así, un país en el que las leyes se aplican de manera selectiva, se convierte en un estado fallido, sin esperanza a largo plazo.  Eso es lo que últimamente ha sucedido en México. Enrique Peña Nieto está acabando muy rápido con su capital político y con la inercia –tan atractiva a la opinión pública- de un arranque de gobierno de caballo fino.  El pobrezagate, el escándalo mediático destapado por Yunez Linares y el PAN ante el uso de recursos de Sedesol para fines políticos y de coacción del voto, no ha tenido la respuesta esperable ni del gobierno estatal ni del gobierno federal.
    
Si bien es cierto, que las pruebas de oídas, no pueden incriminar al gobernador del estado ni a la secretaria de desarrollo social, también es cierto, que hay muchas personas que aparecen en los audios y los videos, cometiendo delitos electorales y de manejo de fondos públicos, a quienes la opinión pública ya juzgó y condenó.  Personas a quienes los poderes reales no han considerado ni siquiera iniciarles una investigación a fondo, como si la justicia en Veracruz y en el país dependiera de la voluntad de un soberano omnipotente, y no de la supremacía de la ley.
    
No sólo debe investigarse a los miembros del PRI que han realizado este tipo de actos. Es vox populi que durante los dos sexenios anteriores, también se le dio uso electoral y político a los programas sociales, así como el uso de esos mismos programas para generar un clientelismo de necesidad y pobreza en el propio Distrito Federal. 
    
Los mexicanos esperamos que estas prácticas disminuyan hasta desaparecer, y para ello hay que aplicar la ley sin distingos. Generar un escarmiento ejemplar, que reduzca los incentivos para llevar a cabo estas prácticas deleznables e iniciar el largo recorrido para eliminarlas. Mientras eso no suceda. No sólo los que aparecen en audios y videos, sino sus superiores jerárquicos, y la propia justicia en nuestro país quedarán en entredicho.    No se vale apostar a que la opinión pública se olvide del asunto, mientras en las cúpulas partidistas se negocía la ley, ofreciendo no continuar una investigación en contra del PRI, a cambio de que el PAN y el PRD no sean investigados por los mismos delitos.
    
A Miguel Ángel Yunez Linares y al partido de Acción Nacional se les debe agradecer haber traído a la palestra informativa este tipo de prácticas, aunque ellos mismos las hayan realizado, y por ello conozcan tan bien los mecanismos de funcionamiento.   Ahora solo falta que las autoridades estén a la altura de las circunstancias, y pasen a la historia como estadistas, o como ¨los gobernantes de siempre¨ preocupados por su interés y el de su equipo, olvidando el interés primordial que es la Patria. Olvidando su compromiso por México.
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